El dilema de la privacidad
Actualmente los productos de software enfrentan una tensión fundamental entre utilidad y privacidad. A continuación, cada vez que hable de “productos de software” me refiero a todo lo que ha sido programado, aplicaciones web, móviles, smart tvs, camaras…
Dado que dos de las funciones esenciales del software son el almacenamiento y procesamiento de datos, las empresas de software tienden a volverse más valiosas a medida que recopilan más datos. En un mundo ideal, este valor se traduciría directamente en valor para los clientes. Pero en la realidad, cada dato que compartimos tiene la posibilidad de ser utilizado en nuestra contra, ya sea por un tercero o por la misma empresa.
Nuestra mejor respuesta al dilema de la privacidad parece ser algo como: "un producto lo suficientemente bueno compensa el riesgo". Pero no, siento yo que no ese planteamiento no es opcion actualmente.
Aunque el GDPR (General Data Protection Regulation) y otros estándares de privacidad hacen lo mejor que pueden, son demasiado difíciles de hacer cumplir: sus organismos de control simplemente no tienen los recursos necesarios (Dinero, personal o influencia).
Incluso si una empresa quisiera hacer lo correcto adoptando un enfoque de privacidad de adecuado para sus usuarios, esto conlleva un costo significativo en desarrollo y operaciones, uno que fácilmente podría ser fatal para todas, excepto las empresas más estables. Esto debido a que debe competir de forma directa con aquellas empresas que no lo hagan, y en un sistema de mercado en donde el que mas información tenga y mejor la analice gana, no es viable.
La privacidad es como muchos bienes sociales: valiosa, fácil de exigir, pero difícil de lograr de manera orgánica. Al igual que con muchos contratos sociales, nuestra mejor solución es la política cruda pero efectiva de confiar de forma proactiva y castigar de manera reactiva.
Al pensar en productos de software y por mi actual rubro laboral a menudo me he quedado atascado en este dilema de la privacidad.
La gran pregunta es ¿Si la privacidad es “algo” resolvible, es más como una ley de la física, o es simplemente un rompecabezas que aún no hemos resuelto?
Siento yo que todo lo anterior y sobre todo lo que digo de “confiar de forma proactiva y castigar de manera reactiva” se puede asumir, pero lo siento porque soy un adulto que entiende las implicancias (y este texto también va dirigido a un grupo etario similar) pero, niños y adolescentes que por su desarrollo todavía no logran comprender porque es “malo” que la publicidad nos persiga se quedan afuera de mi planteamiento y abre una nueva puerta, que considero mucho mas extensa y compleja.
Al igual que los adultos, los adolescentes de entre 13 y 17 años están siendo rastreados a través de Internet mediante identificadores únicos conocidos como identificadores de publicidad (AAID para Android e IDFA para iOS). Estos identificadores permiten a los anunciantes recopilar datos de aplicaciones, redes sociales, historial de compras y servicios de seguimiento de ubicación. Cuando los adolescentes cumplen 13 años, pierden las protecciones de privacidad proporcionadas por la Ley de Protección de la Privacidad Infantil en Internet (COPPA) y como resultado, se vuelven más vulnerables a la recopilación de datos por parte de intermediarios, que venden esta información a los anunciantes para anuncios dirigidos.
Esa es la razón porque algunas empresas como Meta y Google requieren que los usuarios tengan al menos 13 años para crear cuentas.
Las personas de “The Electronic Frontier Foundation” recomiendan dos puntos para que los padres puedan proteger de mejor manera a sus hijos.
Debido a que muchos colegios y escuelas usan tablets o computadores, se debe educar a los niños desde temprana edad sobre el objetivo de cada uno y que información entregar.
Por otra parte y en el punto mas extremo, he conocido padres los cuales han tratado de criar a sus hijos acceso nulo a productos de software, pero algo bien sabido es que la seguridad por oscuridad nunca es una opción.